Es sabido ya que la Hermandad Sacerdotal de San Pío X necesita obispos. También que va a pedir permiso a la Roma modernista para consagrarlos y que, aunque Roma se oponga, los consagrará igualmente. Esta es una medida hecha para contentar a los dos sectores existentes en la HSSPX, a saber, los acuerdistas y antiacuerdistas, pues con el permiso a Roma se contenta al sector más liberal afín a la Hermandad y con la decisión de consagrar igualmente se pretende tranquilizar al sector «duro».
Pero no debemos caer en la trampa. Esta forma de proceder no tiene ningún tipo de justificación, pues no estamos en 1988. La crisis de la Iglesia, aunque tiene el mismo origen en el Vaticano II, está más que consolidada y asentada, al punto de que ya no queda nada de católico en la secta vaticanosegundista, más allá de lo nominal o de algún fiel anciano despistado. De hecho, si bien es cierto que el Arzobispo Lefebvre había pedido permiso al Vaticano para las consagraciones de 1988, no se hizo así, en cambio, cuando se consagró al Obispo Licínio Rangel en 1991 para sustituir al entonces fallecido Don Antonio de Castro-Mayer.
El protagonismo que ha estado tomando últimamente Vitus Huonder como supuesto obispo retirado en Zaitzkofen es verdaderamente inquietante y cabe preguntarse si, en el caso de futuras consagraciones episcopales, tomará o no un papel activo. Si Roma concediera permiso, consideramos que la HSSPX volvería de facto —como alertamos en esta entrada— a la plena comunión con la Roma modernista y, por ello, sea Huonder o no obispo co-consagrante, ésta sería una noticia nefasta, pues implicaría la definitiva claudicación de la Hermandad —aunque no les obligasen a aceptar el Vaticano II—. Cabe, no obstante, la posibilidad de que Roma no concediera permiso para consagrar obispo. Entonces se abrirían dos escenarios:
1º- Roma no concedería permiso a la HSSPX para consagrar obispos y los tres obispos verdaderos (de Galarreta, Tissier de Mallerais y Fellay) consagrarían a otros nuevos: Esta opción sería la mejor, supondría un paso adelante en al Hermandad y, aún con tibiezas y ambigüedades graves por aclarar, la depurarían en principio.
2º- Roma no concedería permiso a la HSSPX para consagrar obispos y Huonder actuaría como obispo co-consagrante: Esta opción podría contentar a los menos avispados del sector duro de la HSSPX, pero no dejaría de ser altamente sospechosa. Todavía, no obstante, entendemos que uno se podría aprovechar de los sacramentos que ofrecer la Hermandad, pero con mucha cautela.
Por lo tanto, tenemos pues tres escenarios posibles:
1º- El acuerdo; donde sería lo de menos el cómo (es decir, si hay aceptación o no del Vaticano II) o el papel de Vitus Huonder, pues de por sí implicaría una claudicación de la HSSPX, ya que el propio Arzobispo Lefebvre afirmaba que la vuelta de la HSSPX a Roma se produciría de facto con la conversión de ésta, cosa que en absoluto se ha producido.
2º- El no acuerdo sin Huonder como obispo co-consagrante (la mejor opción).
3º- El no acuerdo con Huonder como obispo co-consagrante (escenario poco satisfactorio e inquietante).
Por supuesto, el permiso por parte de Roma puede producirse también con una suerte de silencio administrativo positivo, es decir, con que deje hacer sin una excomunión que, desde luego, sería lo deseable y la verdadera garantía de la corrección y el enderezamiento y reparación de la caña cascada y desviada.
Así con todo, el discurrir de los últimos años, desde la supresión —y no declaración de nulidad, como debería haber sido— de las excomuniones —solamente a los Obispos consagrados por Lefebvre, no al propio Arzobispo—, el inicio de las negociaciones fuertes con Roma, la entrada de una feligresía conservadora y de línea media y los permisos por fascículos que ha ido otorgando Bergoglio unidos, sobre todo, a la presencia del infiltrado Vitus Huonder, nos llevan a considerar que no tendría sentido que Roma rechazara la petición de las consagraciones episcopales. No obstante, oremos para que esto no suceda.